18.1.22

11/11

Estación Independencia, línea C.

Pasaron dos meses de la última vez que te vi y siento las mismas ganas de escribirte e invitarte a salir.
Es aterrador.

De acá a cualquier día futuro, no quiero olvidarme del dolor de panza nervioso que tenía por ir a tu casa por primera vez. No quiero olvidarme de lo rápido que se me pasó apenas abriste la puerta y me recibiste con un beso. No quiero olvidarme del gato enojado pintado en tu brazo inmóvil, ni de las Medianeras de San Telmo al mediodía, ni el árbol de la esquina que es tan especial para vos.
No quiero olvidarme que era noviembre y en tu casa "no hay café", que tovadía no te sabía querer ni sorprender, pero ya quería hacerlo.
Idealizable y destruíble.

No quiero olvidar que te conté de las fotos mentales y sonreí para que puedas sacarme una linda. Tampoco tu cara de sorpresa al escucharme tan seria hablar sobre amor libre, espero no haberte asustado. No quiero que se escape la memoria de tus treinta y seis horas preso por robarle todas sus cosas a alguien que quiso... robarte una casa? Todavía no le gano a esa historia.
Recuerdo la birra que te regalaron, con la que terminé almorzando al mediodía. Lástima que al final no volvimos para que nos den otra.
Desconocido e incierto.

No quiero olvidarme del primer baldazo de un vecino que escuché esa mañana cuando me desperté en tu habitación, ni tu carita de dormido y lo mucho que te cuesta salir de la cama... más si hay mimos de por medio. Quiero acordarme que era primavera y pensabas que debo cantar muy bien y eso un poco me daba vergüenza.
Es intrigante.

Quiero acordarme del olor de tus vinilos y de tomar juntos Cordero con piel de lobo, que por vos llegué a casa y puse Spinetta, igual que ahora mientras escribo ésto. Que no leí la hoja puesta en tu máquina de escribir por respeto a tu privacidad y ahora para siempre voy a estar intrigada.
Es mágico, es encantador.

Quiero recordar haberte dicho que mi instinto siempre sabe cuánto van a durar las cosas y que dijiste que preferías no preguntar, pero me veo obligada a aceptar que al final, no siempre sabe, aunque todavía te siento presente.
Es antes de conocerte.

Quiero retener tus repisas de libros altas, ese extraño tatuaje que no te gusta, tu cuadro con pintura en el marco, tus mates con yuyos y tu no-expansor. Me gustaría haber preguntado cuál era ese programa de radio que escuchas antes de dormir y tal vez cruzarnos a Nelly antes de salir, para que tenga cara.
Es un deseo constante y un temor terrible.

Quisiera conocerte entero con todo y sobre todo tus límites para expanderme con vos, contarte lo que quieras saber y escuchar atenta todo lo que quieras compartirme. Quisiera haber podido disfrutarte más.

Temblor en el pecho y nudo en la panza.
Qué inquietante.
Cuánto goce puede haber en la intimidad
de cambiar de lentillas a lentes,
de ese tatuaje escondido,
del silencio que ahora es cómodo
y perturbadoramente familiar.

Unas palabras cliché no existen
cuando me miras a los ojos y tus ojos...
se embalentonan y precipitan
a una verdad que tal vez antes no conocían
o quizas no frecuentaban.

Y es tu luna en el contacto,
o es tu sol en lo incierto,
o es la picardía que se escapa del brillo de tus ojos,
o la danza que hace mi cuerpo sobre el tuyo
sin ninguna sábana para esconderse.

No, lo que más recuerdo son tus besos.
Esos besos que te retratan completo,
la punta de tu lengua recorriendo el centro
de mis labios como si me conocieras de siempre.