19.5.21

Doce y veintiuna horas del veintitres de Abril

Es en esta noche por primera vez que padezco a consciencia la pérdida de tu cercanía. Hoy por primera vez lloro, a sabiendas, los recuerdos que te incluyen, los espacios que ocupamos, las tensiones que matamos, el vacío que dejaste.

Todos estos días traté tu existencia como una maravilla y tu lejanía como un pesar pasajero que el tiempo iba a sanar, pero esta noche rechazaría cualquier cura con tal de no borrar nunca esta sensación austera que es tenerte tan calado en los huesos.

Todas estas noches esquivé tus recuerdos como si fueran balas que amenazan mis pies y yo la mejor bailarina, pero ahora mismo me siento capaz de recibir cualquier daño si eso me llevara hacia vos.

Es por las mañanas que una leve amnesia me ayuda a sobrellevar esa eternidad que parece avecinarse cada vez que te dibujo en mi retina sin poder mirarte, solo para luego desear que nada pueda borrarte.
Es en aquel abrazo prolongado, incapaz de ocultar nuestros corazones inquietos, que desearía quedarme a vivir si pudiera elegir solo un momento. O quizás en ese beso lento, ebrio de curiosidad y bebida, que pobló un bar teñido de su luz rojiza y despertó una noche de complicidad desprolija, pero siempre tímida.

Tal vez es en cada una de esas veces que me miraste a los ojos y no supe entender si querías todo eso que ahora yo anhelo, o solo me estabas viendo. O tal vez es en vos entero, porque no puedo elegir una parte, incluso siendo tan poco lo que compartimos en relación a lo mucho que quiero ser capaz de darte. Tal vez solo quería habitarte, aunque sea una vez por completo, así mientras te tengo lejos podría dejarte, o al menos adentro soltarte, para que no duela tanto.

Aunque hay algo de lo que estoy segura, y es lo poco que me cuesta extrañarte, como si algo en mí buscara castigarme, cada vez que te pienso de repente, por haber bajado la guardia en el momento menos conveniente.

Me retuerzo un poco, se me corta el aliento y hasta puede que quiera gritar, por culpa de esa primera vuelta que me hiciste dar, esa que plantó la discordia entre mi pecho y alguna razón, porque no fue la mía. La vuelta que trae con su visita temblores, sonrisas y alguna lágrima.

Ojalá estuviese ahora mismo girando de tu mano.